miércoles, 12 de octubre de 2016

CONEJO & CANGREJO

Que el centro sean las víctimas. Que justo eso ya se acordó.
Que el centro no sea el interés personal de algunos políticos.
No hay que dar pasos atrás en lo ya ganado.
No queremos que a lo logrado le hagan conejo. Ni cangrejo.

jueves, 6 de octubre de 2016

Algo en lo que no dejo de pensar

Soy usuario activo de Twitter. Desde cuando se anunció el plebiscito y la consecuente campaña tanto por el Sí como por el No decidí dejar en mi timeline a las personas que no compartieran mi voto. Lo decidí así porque quería saber cómo pensaban, sus ideas, argumentos, análisis etc.

Fue así como me encontré con un timeline en el que había una mayoría por el Sí, unos pocos por el No, y otros pocos que por la razón que fuera nunca opinan de política. En las dos posturas, tanto Sí como No encontré de todo. Tanto personas cuyas emociones eran las que dictaban su voto, otras que repetían lo que escuchaban, otras que estaban muy bien informadas y a partir de ello decidían su voto.

Los que más me han dejado perplejo son los indiferentes. No sé si sean abstencionistas o no. Tal vez lo sean. En cualquier caso, he leído ya varias opiniones en las que parecen estar "por encima" del debate, del problema, de la situación. No sé cómo hacen para estar en medio de este momento histórico y que no los toque en lo más mínimo.

El lunes una de estas cuentas indiferentes, o que al menos se ha guardado de hacer pública su posición, tuiteó algo como "¿Vieron? La vida sigue igual". Qué fácil es afirmar eso desde la ciudad, detrás de un teclado. Muchas veces cuando se trata de simplificar "el problema" de Colombia la educación es el consenso general. Yo pienso que es la empatía. Si no podemos ponernos en el lugar de los campesinos que quieren cultivar tranquilos, de los jóvenes -o viejos- que se cansaron de empuñar un fusil, de los soldados que no quieren pisar un campo minado; si no logramos por un momento pensar en cómo es la vida de los otros, entonces no sé cómo vamos a involucrarnos como nación en un proyecto tan complejo como la construcción de la paz.

Me pregunto si esa amplia mayoría que no votó piensa que la vida sigue igual. Si SU vida sigue igual. Seguro existen muchas razones para no votar. Pero la falta de empatía me parece aterradora.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Otra sí, pero no ésta.

Fui jurado de votación. No porque quería, sino porque me tocó. Pero asumí la responsabilidad con la convicción de que si había un momento para hacer parte del proceso democrático de este país, era éste. Si había una votación en la que quería participar, era en una en la que la gente iba a ir masivamente a votar porque abstenerse de decidir sobre la guerra que nos carcome desde hace más de 50 años no era una opción. Si tenía que contar votos, quería que fueran los votos que por fin le permitirían a Colombia mirar hacia adelante y dejar de girar en círculos revolcándose en su propia m...

La verdad, también quería participar porque tenía confianza en que el SI iba a ganar. Tenía confianza en que muchos pensaban como yo, que si lo que llevábamos haciendo 50 años no había funcionado, valía la pena intentar otra cosa. Tenía confianza en que para todos era obvio que evitar que otra niña de 10 años tuviera que colgarse un fusil al hombro, era más importante que cualquier otra cosa. Tenía confianza en que, aunque casi nadie cree en nuestro gobierno, estábamos dispuestos a aprovechar esta oportunidad de tenerlos vigilados por la comunidad internacional y hacerlos cumplir tanto o más como a las FARC. 

Y esa confianza se transformó en esperanza. Esperanza que sentí por primera vez en mucho tiempo en cualquier cosa referente a este país que no tenga que ver con ciclismo o atletismo (que ni el fútbol logra ya que creamos). 

Desafortunadamente, desde las 7:30 a.m. que llegué a mi puesto de votación, me di cuenta que no compartía la misma esperanza de los demás jurados de mi mesa. A ninguno siquiera se le pasó por la cabeza que uno de nosotros quisiera que se aprobaran los acuerdos, pues desde el principio hablaron del NO como el consenso en la mesa, en el puesto de votación, en la ciudad. Y teniendo en cuenta que mi puesto de votación era en Antioquia, estaba mucho más perdida yo. Todos estaban convencidos de que a Colombia no se le debía dar esta oportunidad. Otra sí, pero no ésta.

Y ese "otra sí, pero no ésta" lo escuché también al otro día cuando un conductor me dijo, muy orgulloso, que él sabía que lo mejor que le podía haber pasado a Colombia era que ganara el NO, porque eso le dejaba claro a Santos que no lo queríamos y a las FARC que no las perdonábamos. El contenido de los acuerdos no lo mencionó, probablemente no lo conocía, o no le importaba, porque él, muy seguro de sí mismo, sólo votó pensando en que el voto funciona como un mensaje de texto.

Ahora estamos tratando de entender cuál es esa "otra sí, pero no ésta", y pasan los días y aumenta la confusión. El gobierno se reúne con la oposición, los del SI con los del NO, los de un lado con los del otro, y lo único que se va haciendo evidente es que esa "otra sí, pero no ésta" se va a terminar pareciendo absurdamente a la primera, pero con más gente en la foto.

Y mientras ellos deciden a quién van a fotografiar, muchos nos quedamos como en un limbo, sin saber qué pensar, qué sentir, cómo comportarnos. Sin saber qué hacer para garantizar que nadie vaya por esa niña de 10 años le entregue un fusil, la empuje al monte y la obligue a ser víctima y victimaria. Sin saber cómo presionar al gobierno, a sus opositores y a las FARC para que lleguen a un acuerdo ahora que la comunidad internacional nos ve como un chiste y no nos está vigilando tan de cerca. Sin saber cómo dejar de vernos como los de un lado y los del otro y reunirnos para mirar hacia adelante. Sin saber cómo recuperar la confianza, y la esperanza que se fue con ella.

martes, 4 de octubre de 2016

Cuando explotan las burbujas

Creo que el primero que compré fue en el parque de Tolú, en unas vacaciones con mis primos. Estábamos sentados en una banquita que conocía historias de hace mucho, esperando a que los adultos volvieran de mercar. Al lado había un señor que vendía tarritos de burbujas. Le compramos cinco y durante lo que restó de la espera llenamos el aire con esferas de jabón.
No estoy segura pero supongo que fue ahí cuando surgió mi fascinación. Había algo mágico en esas bolitas frágiles que bailaban con el aire. Se me antojaba de lo más poético su etéreo existir; ahí estaban luego del soplo, salían hacia arriba a dar pasos junto al viento y luego, puf, habían desaparecido.
Del día en que encontré su similitud con la realidad si no recuerdo nada. Pudo haber sido un lunes por la tarde o un jueves después del café de la mañana, no sé. Quizá había acabado de colgar el teléfono consciente de que esa sería la última llamada de alguien que creí querer, o me había enterado de que los papás eran personas y no superhéroes. Quizá no fue siquiera nada de eso. El caso es que un día me di cuenta de que vivíamos en burbujas, todos. Burbujas que nos protegían durante un tiempo de alguna realidad incómoda que aún no debíamos enfrentar. Pero que siendo bombitas de aire y jabón explotaban inevitablemente, en ocasiones –casi siempre-, mucho antes de lo que hubiéramos querido.
De esas burbujas no podemos huir, creo. Se van construyendo a nuestro alrededor sin que lo percibamos y nos acostumbramos tanto a su apacible existencia que solo las detectamos cuando se están ya desvaneciendo y a punto de reventar. Pasa cuando dejamos de ser niños y el mundo ya no tan posible, pasa cuando elegimos una carrera y resulta que no era lo que pensábamos,  pasa cuando tenemos que ser adultos y no encontramos la manera, pasa cuando perdemos el amor, pasa cuando descubrimos que el tiempo es limitado. Y pasa, ahora, cuando nos hacemos conscientes de que hemos perdido una inmensa oportunidad.
Con el resultado del domingo reventamos una burbuja que se había construido a nuestro alrededor sigilosamente durante estos 4 años y que se había consolidado en los últimos tres meses con el desborde de mensajes esperanzadores. Ahora estamos en una especie de transición, -de aceptación si se quiere-, de cambio de estado. Hacía nada estábamos ahí adentro, seguros, confiados, y ahora estamos afuera, viviendo con la incertidumbre, propensos a que la realidad nos haga cicatrices. Sin embargo, no lo entendemos del todo, porque es demasiado nuevo. Como la burbuja apenas acaba de explotar, todavía seguimos con el recuerdo y casi que podemos ver la esferita de jabón tintineándose en el viento.

Entonces seguimos siendo esos niños en Tolú que juegan a decorar la tarde. Pero, en algún momento, ojala no demasiado pronto, vamos a caer de la ilusión y nos vamos a descubrir con los pies en el pavimento y la mirada alzada al cielo intentando encontrar una burbuja que ya ha desaparecido. Y ahí, solo ahí, vamos a poder entender en totalidad qué es lo que realmente significa todo esto que ha pasado. 


Sara Betancur Carvajal

lunes, 3 de octubre de 2016

Aquí nadie ganó

Ayer alguien muy cercano puso este estado: Colombia 1 - FARC 0 y yo que voté pensando que ganaríamos todos...

Irnos del país no hará la diferencia, pero déjennos llorar esta elección es un duelo que muchos que no somos: castro chavistas, guerrilleros, pro - FARC, santistas, vendidos... queremos y debemos hacer. Teníamos una idea de paz, un sueño de país que otros no comparten, no votamos contra nadie, ni queriéndonos meter en la educación de sus hijos (es que ustedes apoyan la "dictadura gay",esa alcahuetería de todo para los LGTBI, ateos deben ser) y no sé que más cosas leí y oí.No queríamos perdón, impunidad y olvido, sino una oportunidad para que cerraran muchas heridas.

Así que si usted cree que ayer ganó Colombia y perdieron las FARC o Santos únicamente...vuelva y lea los acuerdos (si es que lo hizo).

Ay país

El señor que impulsó el No porque "así no" ha hecho su primera propuesta: amnistía para guerrilleros. Que ya estaba en los acuerdos. Ay país.

Los zapatos del otro

Me da miedo pontificar, no quiero parecer un cura desde el púlpito, pero creo que nuestro problema como colombianos es la falta de empatía. Nos faltó empatía para entender que la guerra le duele terriblemente a quienes la pelean por nosotros, tanto en nombre de la patria como de un ideal revolucionario, y que cada día que pasamos en guerra deja marcas y daños irreversibles en todos los colombianos, sobre todo en quienes viven en zonas de conflicto, tanto material como espiritualmente.
Nos faltó empatía para entender al No, a su miedo después de medio siglo de decepciones y atrocidades que los llevan a creer que las intenciones de las FARC no son sinceras. El temor frente a la incertidumbre del cambio. ¡Cómo no desconfiar del Gobierno y de las FARC!

Reconozcamos al otro, y sigamos caminando hacia la paz. Conversemos y entendámonos ¡Que no volvamos por favor a la guerra! 

Cómo nos mienten, señores

Los del Sí estuvimos aterrados ayer por la posibilidad de volver a la guerra, tanto como los del No estuvieron asustados antes de las votaciones pensando que Colombia se volvería Venezuela. Es momento de ver que los discursos con intereses políticos dirigidos nos manipulan y nos mienten a su antojo. No vamos a volver a la guerra y no íbamos a convertirnos en Venezuela. Y en caso de que haya una remota posibilidad de que ahora que ganó el No se devuelva al proceso, la ciudadanía debe manifestarse para que esto no vuelva a suceder y todos juntos, los del Sí y los del No, estemos seguros de que #NoVolvemosALaGuerra. #SíAlDebate #NoAlCombate

Más allá del voto

Son muchas las personas que en diferentes redes sociales escriben de sus sentimientos sobre lo ocurrido este 2 de octubre. Aquí podrán hacerlo, sin filtro, sin edición. Por que el voto es el primer paso, lo que sigue es lo duro.