miércoles, 5 de octubre de 2016

Otra sí, pero no ésta.

Fui jurado de votación. No porque quería, sino porque me tocó. Pero asumí la responsabilidad con la convicción de que si había un momento para hacer parte del proceso democrático de este país, era éste. Si había una votación en la que quería participar, era en una en la que la gente iba a ir masivamente a votar porque abstenerse de decidir sobre la guerra que nos carcome desde hace más de 50 años no era una opción. Si tenía que contar votos, quería que fueran los votos que por fin le permitirían a Colombia mirar hacia adelante y dejar de girar en círculos revolcándose en su propia m...

La verdad, también quería participar porque tenía confianza en que el SI iba a ganar. Tenía confianza en que muchos pensaban como yo, que si lo que llevábamos haciendo 50 años no había funcionado, valía la pena intentar otra cosa. Tenía confianza en que para todos era obvio que evitar que otra niña de 10 años tuviera que colgarse un fusil al hombro, era más importante que cualquier otra cosa. Tenía confianza en que, aunque casi nadie cree en nuestro gobierno, estábamos dispuestos a aprovechar esta oportunidad de tenerlos vigilados por la comunidad internacional y hacerlos cumplir tanto o más como a las FARC. 

Y esa confianza se transformó en esperanza. Esperanza que sentí por primera vez en mucho tiempo en cualquier cosa referente a este país que no tenga que ver con ciclismo o atletismo (que ni el fútbol logra ya que creamos). 

Desafortunadamente, desde las 7:30 a.m. que llegué a mi puesto de votación, me di cuenta que no compartía la misma esperanza de los demás jurados de mi mesa. A ninguno siquiera se le pasó por la cabeza que uno de nosotros quisiera que se aprobaran los acuerdos, pues desde el principio hablaron del NO como el consenso en la mesa, en el puesto de votación, en la ciudad. Y teniendo en cuenta que mi puesto de votación era en Antioquia, estaba mucho más perdida yo. Todos estaban convencidos de que a Colombia no se le debía dar esta oportunidad. Otra sí, pero no ésta.

Y ese "otra sí, pero no ésta" lo escuché también al otro día cuando un conductor me dijo, muy orgulloso, que él sabía que lo mejor que le podía haber pasado a Colombia era que ganara el NO, porque eso le dejaba claro a Santos que no lo queríamos y a las FARC que no las perdonábamos. El contenido de los acuerdos no lo mencionó, probablemente no lo conocía, o no le importaba, porque él, muy seguro de sí mismo, sólo votó pensando en que el voto funciona como un mensaje de texto.

Ahora estamos tratando de entender cuál es esa "otra sí, pero no ésta", y pasan los días y aumenta la confusión. El gobierno se reúne con la oposición, los del SI con los del NO, los de un lado con los del otro, y lo único que se va haciendo evidente es que esa "otra sí, pero no ésta" se va a terminar pareciendo absurdamente a la primera, pero con más gente en la foto.

Y mientras ellos deciden a quién van a fotografiar, muchos nos quedamos como en un limbo, sin saber qué pensar, qué sentir, cómo comportarnos. Sin saber qué hacer para garantizar que nadie vaya por esa niña de 10 años le entregue un fusil, la empuje al monte y la obligue a ser víctima y victimaria. Sin saber cómo presionar al gobierno, a sus opositores y a las FARC para que lleguen a un acuerdo ahora que la comunidad internacional nos ve como un chiste y no nos está vigilando tan de cerca. Sin saber cómo dejar de vernos como los de un lado y los del otro y reunirnos para mirar hacia adelante. Sin saber cómo recuperar la confianza, y la esperanza que se fue con ella.

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